Arrepentimiento
Por Paul Ravenhill




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"Arrepentios porque el reino de Dios se ha acercado..." Mateo 3:2

Al enfrentar nuestro diario vivir venimos con la capacidad de evaluar ya grabada en la mente... preestablecida por lo que ya hemos experimentado, juzgado y aprobado.

Pero al acercarnos a la Palabra de Dios hemos de venir expectantes, con anticipación, con frescura; listos a escuchar, a descubrir. De lo contrario los conceptos preestablecidos van a impedirnos recibir nueva luz. Por ejemplo, no bien mencionamos la palabra "eternidad," salta a nuestra mente la idea de una línea de tiempo, una extensión de días alargándose sin fin... y no podemos vislumbrar que la eternidad tenga, además de la longitud del tiempo, dimensiones de altura, anchura y profundidad que estaremos conociendo a través de los siglos celestiales.

Acercándonos a esta palabra "arrepentimiento" de nuestro versículo corremos peligro de hacer lo mismo y venir con la idea limitada de que arrepentimiento significa solamente un sentimiento de tristeza por lo malo en nuestras vidas. Pero esta palabra es mucho más rica en significado y aplicación y tiene alcances gloriosos para nosotros en cada día de nuestra vida... de este lado de la eternidad. Dios nos ayude a descubrir y apropiarnos del tesoro que esta palabra encierra.

Se ha dicho que cualquier deseo fuerte que el hombre tiene termina sujetando todo el resto de la vida a sí mismo... que somos transformados a la imagen de nuestros deseos.
Por ejemplo, hay hombres en India, considerados "santos", cuya aspiración de perfección espiritual está representada por esas imágenes inexpresivas de Buda. Aunque en un sentido negativo, ilustran el poder que tiene un deseo verdaderamente profundo. Estos hombres persiguen su meta de total vaciamiento practicando una negación total. Van dejando atrás las tareas y ocupaciones de los otros hombres; las pasiones buenas y malas, el pensar, razonar y tomar decisiones, hasta llegar a obtener su objetivo. Allí sus emociones han quedado anuladas, sus mentes han quedado vacías, y en el proceso, destruidas. Se vuelven totalmente insanos - ¡trasformados a la imagen de aquel vacío que deseaban y buscaron!

Es una ley inabrogable de la vida que
el hombre es hecho en la imagen de sus deseos.

La medida de luz que Dios nos ha concedido va trabajando en nosotros, o para bien, si es abrazada y permitida que transforme los más íntimos pensamientos y deseos, o para mal si es rechazada o ignorada. Trabaja para liberación y transformación o para nuestra pérdida y condenación. En Dios todas las cosas obran, y todas obran juntas y todas obran juntas para bien y salvación en los que le siguen... o juntas para condenación en los que son rebeldes.

La médula de la cuestión es ésta:

solo podemos participar del reino de Dios en la MEDIDA que nuestra mente,
nuestros pensamientos y valores y deseos han sido transformados a los
principios que rigen allí.

NO HAY OTRO CAMINO.
Vivimos en la esfera en que viven nuestros pensamientos y no somos ni más ni menos que lo que somos en este mundo interior.
La mente humana tiene sus limitaciones y responde al objeto de sus pensamientos solo según el peso de sus razones. El corazón no es así. En el "pensamiento espiritual" del corazón no hay distintos grados de responder. Hay solo "si" o "no".
EL OBJETO QUE PROVOCA UN "SI" HACIA DIOS VALE TODO, INCONDICIONALMENTE. Y EL OBJETO QUE LLAMA A UN "NO" NO VALE ABSOLUTAMENTE NADA, ni siquiera es digno de ninguna consideración, solo el ser separado de la vida.
La fidelidad con que el corazón va respondiendo a los deseos así puestos por Dios va transformando la mente con sus pensamientos y todo el ser.

Arrepentimiento envuelve un proceso en dos direcciones. Hay un arrepentir "de" y hay un arrepentir "a." Un dejar "de" y un extenderse "a." Un cambio de pensamiento, de enfoque, de deseo. Es un arrepentimiento para llevarnos a la posesión del reino de Dios, y un arrepentir que nos lleva a separar de todo otro reino -- Como el hombre no puede servir a dos amos tampoco puede participar de dos reinos.

Alguien dijo que no hay persona más desventurada que el que se da a Dios con medida. Aquí esta nuestro gran problema del siglo veinte – no podemos entender que lo que Dios espera de nosotros es que dejemos nuestros pensamientos con sus análisis y medidas y que nos demos a El sin reservas: espíritu, alma y cuerpo extendiéndose hacia el mundo de Dios.

Es después de pasar este punto que Dios empieza Su obra de transformación en nuestro interior para formar en nosotros "la mente de Cristo," la mente espiritual, que es transformada más y más para poseer las cosas de Su reino.

Creo que la iglesia esta pecando mucho al presentar el reino de Dios como demasiado "inclusivo" - como un mundo espiritual que abre sus puertas de par en par para recibir a cualquiera que tiene un deseo de participar de sus bendiciones. Pecamos al presentar un mundo espiritual que no demanda ninguna separación de la postura de auto gratificación que es tan propia del reino del hombre. Pecamos al presentar una hermosa esfera que, con solo añadirla al resto de nuestro mundo, completará la medida de plenitud a que nos sentimos merecedores. ¡Hermanos, Dios no dio Su Hijo por nosotros porque merecemos algo, sino porque tuvo amor y misericordia de nuestra condición de vacío, destrucción y muerte!…

Cuando algún día esta vida se haya terminado y entremos a la gloria, en aquel momento vamos a tener que enfrentar la Palabra de Dios en la luz de Dios. Y cuando esto suceda entenderemos, en un instante, como un relámpago, que en Dios no hay mezcla ni ningún diluir de las cosas. Es todo o nada. O frío o caliente. Absoluto. Inapelable. Sin compromisos, ni tibieza, ni medias tintas.

"Arrepentios," dijo Juan, "porque el Reino de Dios se ha acercado." Y las
mismas palabras dijo Jesús, "Arrepentios porque el Reino de Dios se ha
acercado."

Hermanos, cuánto quisiera poder transmitir lo que veo aquí. Dios nos llama
     a dejar toda nuestra vida,
           a dejar todo lo que hemos aprendido en este mundo,
                a dejar todos nuestros pensamientos, conceptos, imaginaciones,
                     temores y sueños,
                         a dejar todas nuestras energías, luchas y obras.
Nos llama a dejar todo porque El tiene otra cosa para nosotros.
HAY UN REINO
           Un reino que se extiende infinito.
                Un reino de bien sin medida.
                     Un reino de gracia, de vida, de poder, y dominio propio.

Cada parte de este reino nos es dada en la medida en que de veras la veamos. ¿Se acuerdan de Pedro? Cuando
      Jesús le preguntó, "¿Quién soy?"
      Pedro respondió, "EL Cristo, el Hijo del Dios Viviente."
      Jesús prometió edificar Su reino sobre esta revelación.

¡LE DIO LO QUE EL VIO!
      Y prometió dar las llaves de este reino a quien de veras lo viera.

Aquí, al final del siglo veinte, nubes oscuras están cubriendo la "civilización." Y la iglesia, en su gran mayoría, camina en un estupor de ignorancia en cuanto a la verdadera naturaleza de los principios espirituales del reino de Dios. Y aun aquí, ahora, Dios busca a un pueblo que entiende que nuestro mundo y el mundo de El no se pueden mezclar. Busca un pueblo que se arrepentirá y conocerá lo que es dejar su mundo y la mentalidad de su mundo atrás. Que aprenderá lo que es poseer la esfera de Aquel cuyos pensamientos son más altos que nuestros pensamientos. Que entrará ya en ese Reino. Que vivirá allí y allí tendrá su ser. Y desde allí ministrará y obrará Su buena voluntad, desde ahora y por la eternidad.

Esto es arrepentimiento. Cualquier cosa menos que esto no hallará la VIDA que es su fin traer.
      No hay otro camino si hemos de conocerle a El y Su vida.
      No hay otro camino si hemos de poseer las llaves.
      No hay otro camino si hemos de vivir Su Vida en la Tierra.



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