Hay Una Herencia Que Dios Tiene Para El Hombre Tomado de un mensaje de Paul Ravenhill | ||
En el Antiguo Testamento Dios impartió leyes, amonestaciones, palabras de guía... Todo esto para que actuara como cercos o barreras para restringir el mal. Para ayudar al hombre a no seguir en pos de la destrucción. Llegamos así al Nuevo Testamento. La nueva obra de Dios.
Dios empieza un nuevo abrir. Planta en medio de la creación una cruz. Paga la deuda del pecado. Viene El mismo e invita al hombre a entrar por un camino, no de obras sino por la fe. Abre las puertas eternas. Y establece un nuevo pacto. Las leyes del Nuevo Testamento, expresadas en el Sermón del Monte, tienen un propósito infinitamente mayor, más alto y más amplio. Y aquí en el Sermón del Monte, por primera vez Dios, por la boca de Su Hijo,
Aquí hay leyes. Sí, hay leyes, pero tan diferentes a las leyes del Antiguo Testamento.
No son leyes que cierran el camino
Dios ya no esta cerrando puertas -- En el Nuevo Testamento todo es cambiando y Dios está abriendo puertas. Abre las puertas del cielo. Abre las puertas a Su luz, a Su ser, a lo eterno. Comienza a abrir, abrir, abrir! (Como hemos dicho varias veces,
En este pasaje veo tres esferas. Tres lugares. Tres mundos donde la maldición ha pasado para siempre.: Sí. Necesitamos ver. Necesitamos pedir con gran intensidad: Sanó sus enfermos. Hizo milagros. Les libró de sus opresiones. Dio palabra de promesa....
Pero ahora busca un pueblo que puede entender un poco más.
‘Viendo la multitud,’ dejó la multitud. El discípulo, es aquél que tiene la capacidad de aprender. Aquella persona "enseñable". No hay otra clase de discípulo. La persona flexible, la persona que no se aferra a una estructura, que no cae en la rigidez del "yo sé", y "yo puedo," y "yo tengo." Discípulo es la persona que dice: Dios es infinito y yo soy tan pequeño... necesito día tras día que me lleve, que me ensanche. Día tras día que abra mis ojos para entender. Vinieron a El los discípulos y dice: "abriendo Su boca les enseñaba." Aquella enseñanza que no era instrucción meramente sino iluminación. Había una luz para ellos. Había algo más allá de la instrucción de la mente. Está queriendo darles luz para su camino. Dice el salmista: "Lámpara a mis pies es Tu Palabra, luz para mi camino." He dicho muchas veces, No hay tal cosa en la Palabra de Dios como verdad fría. Cada palabra de Jesús significa tanto... No puedo escuchar... si no hay una rendición. No puedo escuchar... si no estoy dispuesto obedecer. Es como uno de esos cerrojos computarizados que tienen ahora en algunos lugares de alta seguridad. No se abren con llave ni nada parecido. Me cuentan que están programados para recordar impresiones oculares. De esta manera, al llegar a la puerta tendría que acercarme y esperar que un dispositivo electrónico tomara algo así como la huella digital de mis ojos. Si mi "huella" figura en su memoria quiere decir que me conoce y me dejará pasar, si no... Y parece que en el Reino de Dios hay algo así también. Cuando yo vengo y quiero entrar con algo menos que una obediencia total, algo menos que una pureza de amor, algo menos que un deseo sincero por las cosas de Dios, no puedo entrar, no puedo entender, no puedo escuchar. Sí, Jesús les habló. Eran discípulos. Estaban escuchando. Dice: "Bienaventurado los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos."
La primera realidad que Dios revela al hombre es la realidad de un mundo celestial. La verdad de una realidad que existe más allá de las cosas que podemos ver. Pienso que la gran mayoría de la gente que ha nacido desde que el mundo comenzó no ha visto más allá de las cosas de la vida diaria. No ha visto más allá de las responsabilidades y las posibilidades físicas de su medio ambiente. La primera cosa que Dios quiere dar al hombre, es un despertar a la realización de que hay un mundo que pertenece a Dios. Bendito el pueblo que puede VER y proclamar:
"Bienaventurados los pobres en espíritu."
No hay cosa tan triste como el alma que vive limitada a lo que sus cinco sentidos le permiten percibir. Dios no formó el hombre para este mundo. Mientras el hombre no descubre otro mundo siempre habrá frustración. Siempre habrá amargura en los profundo de su alma. Podrá venir a Dios. Podrá decir, "Señor te alabo", pero habrá otra voz que desde la profundidad estará gritando, "¡No, no creo! Señor, hay algo que duele, hay algo que es ciego, hay algo que es torturado por el mismo hecho de existir en este mundo." No importa cuantas riquezas ni cuanta fama pueda alcanzar, algo dentro del alma seguirá gimiendo en frustración, soledad, hastío. Así es el hombre. Cuanto más se esfuerza, cuanto más trata de juntar, cuanto más trata de establecer, cuanto más actividades emprende, cuanto más trata de razonar, cuanto más trata de hablar, cuanto más trata de satisfacer, más lejos está de alcanzar la plenitud que anhela. Y Dios esta diciendo no hay, no hay en este mundo satisfacción. El hombre necesita ver, el hombre necesita entender que: ¡Hay otro mundo, hay otro mundo! Y aquí comienza diciendo que ese mundo pertenece a los pobres.
Y ésta es la primera ley del nuevo pacto de Dios: La ley de la dependencia. "Bienaventurados los pobres en espíritu." Bienaventurada el alma que sabe, sabe, SABE, "Yo no puedo nada." Sabe que hay un Dios cuyos cielos son tan altos, cuya santidad es tan pura, cuya demanda, cuya Presencia es tanto más allá de su pobre existir que jamás, jamás, aunque viviera cien años o aunque viviera mil, JAMAS podrá su alma llegar allí. Bienaventurado el hombre que se da cuenta que todo lo que él hace, todo lo que él puede, todo lo que él tiene, no sirve para nada. Este es el hombre a quien le será dado El Reino de los Cielos. ¡Gloriosa promesa! Y más gloriosa aún porque comienza a cumplirse ya, de este lado de la tumba.Hay un mundo celestial. Es la esfera donde el espíritu, el alma, el ser entero, es vivificado. De él dependo y necesito día tras día este impulso desde los cielos Que Dios otra vez me de fe. Otra vez me levante. Que Dios otra vez abra mis ojos para ver. Que Dios otra vez restaure mi alma. Cuando en lo profundo de mi ser sé que no puedo nada y vengo delante de Dios, en Su misericordia El me introduce a la esfera donde el espíritu es vivificado, donde el espíritu es renovado, donde el espíritu es ensanchado. Cuando Jesús fue bautizado, "el Espíritu descendió de los cielos sobre El," y dice "y los cielos le fueron abiertos." A partir de aquel día El vivió bajo un cielo abierto. Habló de "las cosas que Yo veo a Mi Padre hacer en los cielos." No que había visto cuando estaba allí, sino que "VEO". "Las obras que Mi Padre hace Yo las hago." Hay una dimensión espiritual tan gloriosa… No es de la mente. No es del alma. No es de la emoción. No es la capacidad humana de ninguna manera. Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Creo que el ladrón sobre la cruz entra en esta categoría. Generalmente decimos, "Pobre, se arrepintió a último momento…" No sé. Pienso que era el único ser sobre la faz de la tierra que en aquel momento tenía fe. Los discípulos habían huido. Los fariseos, los escribas y los sacerdotes no entendían. Los Romanos juntaron sus fuerzas para destruir al Hijo de Dios. Pero había uno. Uno que toda su vida se había dedicado a tomar para sí mismo, no solo lo que le pertenecía sino también lo ajeno. Que había roto la ley de Dios (seis días trabajarás, y vivirás por el sudor de tu frente.) Un ladrón. Pero a último momento llegó a ver. Mientras, había otro ladrón siendo crucificado que mirando a Jesús decía, "Señor, líbranos, líbranos." ¿Librarles? ¿Para qué? "Líbranos, para que no muramos. Líbranos para que volvamos a andar. Líbranos Señor… ¡PARA VOLVER A ROBAR!" Pero no solamente para después de la muerte es la promesa. La tentación, la destrucción, las cosas que desbaratan la vida no tienen poder sobre mí cuando mi alma esta cerca de Dios. Mientras Dios es el objeto más cercano a mi alma no hay tentación que tenga poder. No hay desánimo, no hay duda, no hay temor, no hay incredulidad que pueda ganar mi vida. Mientras mis ojos están puestos en Jesús no puedo caer. No puedo caer. Hay un mundo del espíritu de donde proviene mi vida, de donde proviene todo el sustento de mi ser. Repito, allí es donde Dios me vivifica. Puedo buscar a través de disciplina, y puedo buscar a través de estudio. Puedo buscar a través de cualquier cosa, no lo voy a hallar. Tengo que hallar el Reino de los Cielos.
Jesús continúa el Sermón del Monte y dice:
"Bienaventurado los que lloran, porque ellos recibirán consolación." Uno de los santos de la antigüedad dijo que el hombre necesita redargüir su alma diariamente. Sé por mí mismo, necesito venir vez tras vez y decir: "Quién es mi Dios? Cual es mi lugar en El. " Y viene la respuesta, que vivo en la esfera donde mi alma tiene una relación con Dios. Un Dios que obra en esferas de milagro, de poder restaurador. Allí es donde, como cantamos a veces, no hay poder que me pueda vencer. Donde mi alma vive en una esfera donde todo lo de Dios es mi herencia y este mundo ya ha sido vencido, o como dice Pablo, "crucificado." o tengo un Dios que es más limitado que yo?
Tenemos tanto miedo del llorar porque no sabemos que al entregar lo negativo a Dios El lo toma, lo quita, lo tira allí en el medio del mar y me da lo positivo. Hay que buscar, con lágrimas, hasta que Dios contesta la oración. Jacob, cuando vio a Dios en Peniel dijo, "Fue librada mi alma." Sí, Jacob, que por veinte años había engañado y había sido engañado. Por veinte años había andando de día y de noche allí, por el campo, con los animales. En problemas con el suegro, con los cuñados; luchando, batallando, por fin huyendo en desgracia. Había dejado una tierra, vivía en el exilio. Luego ni en el exilio había lugar para él. Tenía que volver, aunque aterrado por lo que le esperaba. Debía enfrentar el juicio de su hermano a quién había engañado en un principio y que ahora venía hacia él con un ejército. Estaba allí, entre dos fuegos, en tremendo temor, sin nada en qué apoyarse... llorando en su alma, gimiendo - pero fue ALLI que Dios se encontró con él: Hubo una tremenda lucha. Por fin Jacob dejó lo natural. Se tomó de Dios y dijo, "No Te soltaré si Tú no me bendices." – Oseas 12: 4 agrega, "lloró y le rogó," – Y termina diciendo, "Este lugar es el lugar de la revelación." "Yo he visto a Dios Y ha sido librada mi alma." Es automático. Automático. Vio, por lo tanto fue librado. Es automático. Aunque hubo mucho llanto antes de ver, fue gloriosa y completa la consolación. Puedo ver las cosas de Dios y no ser librado. Pero cuando le veo a El, entonces, en ese momento, algo adentro proclama, "fue librada mi alma." Ya no hay condenación. Ya no tengo miedo de lo negativo. Ya no tengo miedo de las sombras que se proyectan sobre mí. ¡He visto a Dios! Mi alma es LIBRE. Soy LIBRE. Recién entonces Dios puede comenzar a hablarme de una herencia en la tierra y dice:
"Bienaventurado los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad."
Hay una herencia. Hay un pueblo que es diferente que otros pueblos. Su religión no es algo teórico, insustancial, en la mente y las emociones. No. Comenzando en el espíritu se aplica también a la tierra. "Bienaventurados los mansos. Sí, los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad!" Ellos, que son pobres, que lloran, que no buscan nada para sí, son los únicos que heredarán. Son los únicos que pueden "obrar juntamente con Dios" porque no mancharán Su nombre con el hedor de la carne. No buscan fama, reconocimiento ni lugar alguno en la tierra ni en el cielo. Conocen y saludan con gozo el cumplimiento del propósito de Dios, que es Su Reino - y no el nuestro - Están sujetos a Cristo como Este fue sujeto al Padre y anhelan que todo sea reunido en El. La fe, la gracia, la autoridad que reciben de Dios son entregadas nuevamente a El en obediencia para que este propósito se cumpla.Hay reinos. Hay reinos de arriba, hay reinos terrenales y hay reinos de adentro que Dios quiere dar a los Suyos. Y allí ellos reinan juntamente con El. Pero no por haberlo oído. No por haberlo deseado lo posee el hombre, sino. Por haberse vaciado el alma hasta que no tiene nada. Por haber llorado hasta que puede oír la voz de Dios. Por haberse visto y sabido que es tan nada delante de Dios que nunca extendería su mano para tomar, o aún desear algo para sí.
Que Dios nos de entender. Deja tu vida, al que puede perdonar, al que puede restaurar, al que puede salvar hasta lo imposible. Permite que El haga Su obra adentro y que lleve tu vida transformada en pos de Su triunfo.
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