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Primera parte




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Juan 21: 1 -11
                     "Después de eso, Jesús se manifestó..."
                                                     "¡Es el Señor!"

El pasaje habla de la manifestación de Jesús a sus discípulos; el encuentro que tuvieron ellos con Jesús resucitado. Para nosotros, este momento en la vida de aquellos que conocieron a Jesús de cerca, nos muestra verdades espirituales que necesitamos entender.

Es interesante la manera que la Biblia habla:

"Después de eso Jesús se manifestó."
Juan podría haberlo escrito de otra manera, pero puso el énfasis allí, en la manifestación.
      Fue un impacto para ellos.
      Una revelación que cambió lo que eran, y aun todo el futuro de sus vidas.
      Era una de las revelaciones más altas, más preciosas de la vida de Jesús...
dada precisamente a los más indignos, porque para el tiempo de aquel incidente otra cosa se había manifestado: ¡Lo peor de los discípulos!
      Judas había entregado a Jesús y se había suicidado.
      Simón Pedro acababa de negar que conocía a Jesús. Maldijo cuando le acusaron de ser un discípulo. "Yo no conozco al Hombre, menos le voy a seguir. ¡Jamás!" dijo. Traicionó totalmente la lealtad que había guardado a través de tres años. Leemos la historia tan triste del momento de su caída,. Leemos de este hombre fuerte, este hombre arrebatado por naturaleza, este hombre de coraje que salió y lloró con amargura, con tristeza, con desilusión. Hay hombres que dicen, "Yo jamás lloro. Jamás." Y para que llegue a llorar con ese dolor y esa amargura debe recibir algo que impacte y llegue al fondo del alma. Lloraba amargamente, dice la Biblia. Creo que detrás de todo esto estaba la desilusión de que "Yo pensaba que tenía. Pensaba que yo era otra cosa y no lo soy."

Estuve leyendo de un hombre de ascendencia Alemana. Un cierto incidente en su vida lo conmovió hasta lo profundo de su ser, y dijo que lloró. Lloró mucho. Dijo que los hombres alemanes tienen ya por herencia la enseñanza de no llorar. Pero aquella noche tenía que recuperar un montón de tiempo perdido. Y lloró.

      Sí, Pedro estaba allí.
      También estaba allí Tomás.
Tomás, el que cuando los discípulos le contaron de la resurrección de Jesús dijo, "Yo tengo que ver, y más aún, no voy a creer si veo solamente, voy a necesitar tocar, entonces sí voy a creer." Y poniéndolo en nuestra jerga, "Miren muchachos, a menos que yo vea, a menos que yo toque, por favor no me vengan con cuentos." Y vino Jesús y le dijo, "Tomás, mira las marcas, mira mis heridas... Tomás, toca." Tomás quedó deshecho en aquel momento. El pasaje menciona primero estos dos nombres. Quizás nosotros los hubiéramos puesto últimos. Los más indignos, los más débiles.
      Los otros nueve no estaban mejor... todos habían huido de la Cruz

No solamente lo peor en los discípulos.
Podríamos decir también que Jesús eligió manifestarse a ellos
en la peor de las circunstancias.

Cuando uno está buscando una experiencia espiritual no debe haber muchos lugares que sean peores que un barco pesquero... lleno de escamas, de olor a pescado; por todos lados cosas húmedas, pegajosas... Y en nuestra historia, el factor agregado de haber trabajado toda la noche sin recoger nada. El cansancio. El desánimo. En fin, es un cuadro que representa la vida. La Biblia es muy fiel. Los artistas de la edad media, cuando pintaban los discípulos, se apartaban de lo real. Representaban todo de una manera idealizada, sublimada, como si fueran casi ángeles; no seres comunes, no gente que trabajaba. Pero la Biblia nunca pinta la cosa así. No dice que Pedro estaba en el barco y sin echar la red, solamente silbaba y los pecesitos saltaban adentro. No había nada de eso. Al contrario, eran tan humanos que trabajaron toda la noche procurando ganarse el sustento.

Y dice allí, "Jesús se manifestó." Y me gusta como lo dice, "de esta manera," para que no haya equivocación. "De esta manera." Como si Dios quisiera dejar bien claro y bien entendido "que era de esta manera." No era de una manera espiritual, en una visión, o en un sueño mientras Pedro dormía que vino Jesús acompañado por ángeles... o con Elías y Moisés como en el monte de la transfiguración.

Hay momentos que es así. Hay momentos allí sobre el monte
y no hay que negarlos, son hermosos.
Dan valor para que uno enfrente después el valle al bajar.

Pero hay otros momentos de revelación. Y éste es, "de esta manera". De otra manera no. Ya pasó la otra manera. Jesús ya no estaba con ellos todos los días y a cada momento en forma visible como antes de la resurrección. Estaban enfrentando la cruda realidad de una vida vivida por la fe. De una obediencia hecha práctica.

Poco después de decir que fue, "de esta manera," menciona la noche. Alguien dijo que la Biblia, siempre que habla de algo que sucedió de noche, trata del tiempo cuando Dios no se manifiesta. Cuando Dios trabaja de otra manera.

      Encontramos a Abraham, allí, en la gran oscuridad presentando su ofrenda y
      dice, "El alma de Abraham estaba llena de miedo. Vino sobre él un gran temor."
           Encontramos a Jacob batallando de noche, otra vez, en temor, en debilidad.

Encontramos estos discípulos pescando.

"Vamos a pescar," dice Pedro, y se van. Cae la noche. No son conscientes en absoluto de la cercanía de Dios. De lo único que son conscientes esta noche es del trabajo que están haciendo. Y hemos de imaginar que al pescar toda la noche hay un montón de cosas que suceden. Físicamente un gran cansancio; tenían que remar. Si como parece eran siete en el barco, entonces el barco de por sí debe haber sido bastante grande, y remarlo a través de toda una noche... con las olas, el viento... Y al llegar la madrugada, cuando baja ese sueño, esa modorra, los encuentra allí, luchando.

Y tantas veces la manera de Dios de traernos revelación es así.
Es tan diferente de lo que nosotros nos imaginaríamos.
Quisiéramos que fuera siempre en un momento de gozo,
casi podríamos decir de éxtasis.

Pero muchas veces son otras las cosas que son importantes. Era una lección que Jesús quería dejarles. Cuando El se encontró con ellos por primera vez no tenían nada en la red. Jesús les habló y la red se llenó de peces.
Ahora, cuando El les va a dejar, repite la misma lección. Otra vez les encuentra de la misma manera. Han estado con El tres años - y de nuevo es una representación de la vida.
      Tres años han escuchado Sus enseñanzas.
      Tres años han visto Sus milagros.
      Tres años han palpado la gracia y el cubrir del Espíritu de Dios en Su ministerio.

No era algo místico, lejano, abstracto para ellos. Era algo real: un amor, una compasión, un poder que fue suficiente en cualquier circunstancia en cualquier lugar.
      Fuera un enfermo,
      Fueran muchos enfermos.
      Fuera un pueblo de miles de hambrientos,
      Fuera la necesidad de caminar sobre las aguas.

Cualquiera fuese la circunstancia El la dominaba.

Pero ahora les deja...toda la noche. Se podría haber revelado de otra manera, en otro lugar, pero escogió hacerlo allí y así.

Había en ellos muchos factores que se combinaban. Hacía poco habían sucedido todos los acontecimientos de la Semana Santa. La traición, tan mortificante, tan inconcebible de haber dejado al Maestro y huido. Su propia incapacidad de enfrentar esos días y este desafío. Por encima del tremendo vacío que dejó en sus corazones la muerte de Jesús, el impacto de enfrentar su propia realidad: después de tres años, después de pensar que ellos tenían fe, después de pensar que ellos entendían...

Hubo tiempos en el ministerio de Jesús, como cuando
El les preguntó después de una parábola,
"Y ustedes ¿Entienden?" Decían, "Sí Señor."

Pero ahora no entienden nada. Produce un cansancio interior. Produce un peso sobre el espíritu. Y otra vez se añade a eso el cansancio de la noche, el cansancio de la desilusion, el estado de desánimo provocado por un infructuoso pescar todas esas horas oscuras. No sé cuantas veces habrán echado la red. No sé cuantas cosas habrán hecho. No sé tampoco cual habrá sido el ambiente dentro del barco...

Por fin iba amaneciendo.
Amaneciendo. Es tan interesante cómo la Biblia lo dice, porque otra vez ilustra nuestra vida. Hay cosas que yo no puedo lograr. Ya va pasando el tiempo. El amanecer de un nuevo día no se detiene por mi éxito o mi falta de éxito; por mi fuerza o mi falta de fuerza. Es una cosa triste; una cosa que nos pasa a todos. La vida va avanzando, los años van transcurriendo, de repente uno se da cuenta que hay cosas que han pasado, hay oportunidades que han pasado y no volverán.

      No se puede volver atrás el reloj, no se puede recuperar lo que se haya perdido.
           Las fuerzas de antes ya no están más.
                Las oportunidades de antes ya no están más.

Y uno tiene que enfrentar la vida desde este punto hacia adelante y no puede mirar ni puede volver atrás. Y otra vez, es algo que trabaja cual peso sobre el espíritu. Porque son muy, muy, muy pocas las personas que logran las metas que se proponen en la vida. Son muy pocas las personas que no llegan a cierta edad, los treinta, treinta y cinco, cuarenta años, cuando por fin con amargura se dan cuenta que hay cosas que han pasado para siempre. Hay oportunidades perdidas para siempre, hay un destino ya forjado y "de esta huella no me voy a escapar, no puedo."

Pienso en los discípulos aquella noche... cuánto de todo su esfuerzo en la pesca se malogró por las condiciones del lago o las condiciones atmosféricas o errores que cometieron, no sé, pero sé que cuando llega un nuevo día mata una etapa, termina una etapa y comienza otra. Y es hermoso que comienza pero es triste cuando, como estos discípulos, no podemos traer nada de la etapa pasada. No podemos trasladar de aquí a allá nada. Entramos en este tiempo que no se detiene, sin recursos. Entramos sin fuerzas. Entramos al nuevo día cansados. Es un cuadro de la vida; mayormente los procesos nos sorprenden así.

Llega el día. Comienza a clarear. Dice que cuando ya estaba amaneciendo se presentó Jesús en la playa. Pero los discípulos no sabían que era Jesús. Era el Jesús que no conocían. Para ellos era solo otra persona más, allí, a la orilla de la vida. Otra persona que pasaba. Otra persona que no representaba nada para ellos... ¡y era Jesús!.

¿Lo digo otra vez? Es la vida. Es así. Viene El y pienso que la mayoría de las veces no lo podemos reconocer. Viene El, el Jesús resucitado, el Jesús Celestial, ya no con el ministerio que le habían conocido, ya no con el ministerio limitado por su cuerpo mortal, ya no en un solo lugar haciendo una sola cosa a la vez, sino Jesús en la dimensión de los cielos. Jesús en la dimensión de la eternidad. Jesús "En el poder de la resurrección," como dice el apóstol Pablo. Ese Jesús se presenta allí y es este Jesús que para ellos es irreconocible. No sé cuanto tiempo habrá estado allí. No sé cuanto tiempo habrá esperado que ellos le reconocieran. Estaba, como si fuera, en medio de ellos. Todos le podían ver. Pero nadie se dio cuenta quién era ...y quedó esperando.

El tampoco se detiene por el fracaso de mi noche. El tampoco detiene Su obrar porque mis manos estén vacías. Tampoco detiene Su gracia porque ha pasado el tiempo. Pienso que es una de las lecciones más importantes que pudiéramos aprender en la vida. Si pudiéramos aferrarnos por la fe de este hecho, de esta verdad, cambiaría lo que somos, cambiaría lo que hacemos.

El hecho es que no importa dónde estoy, no importa cuánto ha quedado atrás, no importa cuán mucho o poco me queda por delante, lo importante es que hay Uno, hay Uno que está allí, siempre está allí.
Como cantamos, "Siempre estabas allí,
                           Siempre estabas allí,
                           Esperando con amor,
                           Siempre estabas allí."

O ese otro coro: "Su amor no termina, Su gracia no acaba."

Este es nuestro Jesús. Uno cuyo amor no termina. Siempre está allí, con esa plenitud de amor, esperando. Siempre está allí para cumplir todo aquello que un día escuchaste que te prometió.

La primera vez que les llenó las redes les dio un promesa. Cuando les llamó a Sí mismo les dijo, "Yo os haré pescadores de hombres." "Yo os haré." Tú no puedes hacerlo. Y otra vez, al terminar Su tiempo con ellos, tenía que repetir la lección. Tampoco ahora podían hacerlo ellos solos. Habiendo escuchado, habiendo visto, habiendo conocido de cerca, tampoco...

      Necesitaban el encuentro.
      Necesitaban otra vez que desde adentro naciera algo, un reconocimiento.

Y éste se produjo cuando brotó aquel clamor, "Es el Señor." Entonces vino.

Vino el amanecer de un nuevo día, de una nueva revelación.

fin de primer parte


Tomado de un mensaje de Paul Ravenhill

Copyright ©1997 por Paul Ravenhill

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