SE MANIFESTO
Segunda parte




HomePage Mensajes Meditaciones Máximas Archivo

Ingles E-Mail Subscribir




La noche de la pesca infructuosa había pasado, y el amanecer de un nuevo día trae también el amanecer de una nueva revelación.

Pero primeramente había una necesidad. En el versículo cinco Jesús pregunta a Sus discípulos - otra vez notemos las preguntas de Dios - "Hijitos, ¿tenéis algo para comer?" Buscando que en su no hubiera una declaración de la totalidad de su fracaso, de su cansancio, de su desilusión, porque cuando un pescador ha trabajado en lo que él sabe hacer por tanto tiempo y tiene que decir, "No," detrás de ese "No" automáticamente se leen un montón de cosas. "¿Tenéis?" "No tenemos."

Hay preguntas que Dios repite vez tras vez a través de la vida. Hay preguntas que Dios usa con todos Sus hijos. Llega el momento, y ojalá que llegue antes y no después, cuando Dios nos pregunta a cada uno,
          "¿Hijo, tienes?"
Llega el momento cuando yo tengo que decir,
          "Señor, he oído, he visto, he palpado, he sentido, he conocido.
          Pero el fruto de mi trabajo, nada, nada tengo. El producto de mi esfuerzo ha
          sido cansancio, desilusión, desánimo, amargura."
Claro, no nos gusta usar estos términos que son un poco violentos. Pero si fuéramos honestos, es algo así lo que sentimos y que está por lo menos proyectando una sombra sobre nuestra vida. La sombra del vacío, la sombra de la amargura, la sombra de la desilusión.

Cuando viene la pregunta, "¿Tienes?" Cuesta, cuesta. Mi incredulidad, mi orgullo de mantener mi posición... Soy demasiado fuerte. Tengo demasiados recursos. Pienso que soy algo que no soy. Trato de ignorar las preguntas. Trato de encontrar otra actividad.

"Hijo, tienes algo?" "No. Estamos lavando la red..."
"Ni siquiera estamos pescando; estamos haciendo otra cosa..."
No sé qué pudieran haber dicho. Muchas cosas. Muchas excusas. Pero hay una necesidad de enfrentar la verdad. Cuando la verdad es enfrentada la palabra de Jesús le sigue. Ya Jesús empieza a obrar. Hasta que llega ese momento El no puede hacer nada.

Y ellos enfrentaron su realidad. Cuesta mucho contestar, admitir. No sé cuanto le habrá costado a ellos. No sé cual de ellos lo articuló. Pero dice, "Le respondieron." Quizás todos a coro: "No. No. No tenemos nada." Y detrás de esta confesión vino la palabra de Jesús. En seguida dice,

"Echad la red a la derecha."
Viene la palabra de Jesús - y otra vez, es siempre tan sencillo - "Echad la red a la derecha." Habían estado haciéndolo a la izquierda. Según dicen, los pescadores de aquella zona nunca echaban la red a la derecha. Podrían haberse puesto a discutir. Pero cuando Dios habla, aunque va en contra de todo lo que sabemos, aunque jamás hubiéramos pensado en hacer eso, aunque hubiéramos echado la red de cualquier forma pero jamas así...cuando Dios habla al hombre, cuando el corazón siente la invitación o el mandato, hay solamente un responder que es posible:
          O volver atrás y quedar con mi derrota, con mi cansancio, con la amargura, y
              esta cosa que va a ir en aumento hasta que me aplaste.
          O encontrar el valor de decir, "Señor, yo no tengo y estoy dispuesto."

Aquel que opta por este último está tomando dos pasos:
          Uno de confesión, "Señor, yo no tengo."
          Otro de obediencia, "Señor estoy dispuesto a obedecer."
"Bien. Echad la red a la derecha," fue la respuesta de Jesús.

Dice, "Entonces la echaron." ...y ya no la podían sacar. ¡No la podían sacar! El respondió a la obediencia. La obra de Dios siempre es en plenitud. Aquí está representada por la red llena de peces. Una plenitud para todas sus vidas.

A través del libro de Hechos encontramos a este Pedro, que antes le había negado, enfrentar la cárcel y la amenaza de muerte, pero, por así decirlo, la red de su vida, su fe, su integridad, su entrega, no se rompió. Le vemos
          Levantando una mujer de la muerte - y la red no se rompió.
          Predicando cuando tres mil personas se convirtieron - y la red no se le rompió.
          Sanando el enfermo a la puerta del templo - y la red no se le rompió.
          Predicando otra vez, cinco mil personas convertidas - y la red no se le rompió.
          Viajando para hablar, por primera vez en la historia, a los gentiles, a
          los paganos, su fe alcanzó - y la red no se le rompió.

No solamente para Pedro sino para todos es una lección:

Cuando El habla, la red no se rompe.
Cuando El habla hay plenitud.
Cuando El habla colma la capacidad de la vida.

La red fue solamente un pobre vehículo para mostrar una realidad espiritual.
Siempre le necesitamos, siempre el camino es el mismo. Tenemos la tendencia de pensar que cuando falta la fe, cuando abundan las pruebas, cuando el alma se halla cansada, es imposible avanzar. ¡Todo lo contrario!
          En aquel momento, si solamente lo supiéramos, estamos más cerca de la gracia
            de Dios.
          En aquel momento basta decir, "Señor, no tengo. Señor, no puedo. Señor, ha pasado el tiempo, ha pasado la oportunidad y no está conmigo aquello que representaría el éxito de mis esfuerzos. No lo tengo."

Basta reconocerlo y confesarlo para que El empiece a formar de nuevo.
Para mi propia vida ha sido tremendo tener que enfrentar la realidad de sueños que no se van a realizar porque ha pasado el tiempo. Oportunidades que no van a volver. Fuerzas que nunca más serán lo que eran. Y en esos momentos es algo tremendo encontrar que Dios es más. Cuando Dios demandaba creer, aquel hombre en el Evangelio dijo, "Señor, ayuda mi incredulidad." Se tiró por encima de ese obstáculo, tomó de Dios mismo y dijo, "¡Señor, Tú eres mi fe!" Y así hemos de verle a El. Ha pasado la oportunidad, ha pasado el tiempo, ya no tengo la fuerza, no está en mí, no puedo,
          pero debo ir más allá de esto y reconocer, ¡Es El Señor! ¡ ES EL!
          y a pesar del tiempo,
          y a pesar de lo que se haya pasado,
          y a pesar del cansancio,

¡El puede! ¡El lo va a hacer! ¡El es Dios!

Hermosa lección. Aquí, en el último de los evangelios, el último relato que nos da Juan de la vida de Jesús. Una lección para la vida. No podemos hacer como los artistas de la antigüedad con su pincel, cambiar la realidad y pintar otras cosas para hermosearla. La realidad es que nuestras vidas son tan comunes como un barco lleno de redes remendadas y escamas malolientes y un montón de cosas de esa índole. Pero la realidad de Dios sobre la playa permanece. Sobre lugar firme, allí, al lado del mar de la vida está El. Quiere cumplir el propósito de Su gracia. Si en tres años no he aprendido nada, o en treinta años no he aprendido,
          otra vez me llama.
                    otra vez abre las puertas para que pueda creer.
                            otra vez me invita y cumple Su propósito.

El es el mismo.
          Nuestros seres son vacíos, vacíos, si El no los llena.
          Nuestras almas, nuestras esperanzas, nuestras energías no son suficiente.
          Nuestras capacidades son en vano para enfrentar una vida que es mucho
          mayor que nosotros.
          Nuestras vidas son como las horas que marca el reloj, se van a pesar de nosotros. No las podemos detener ni un segundo, ni un instante. Y el tiempo que pasa hace cobardes de todos nosotros, nos derrota, y vacío se añade a vacío, desilusión se añade a desilusión, cansancio a cansancio. Pero hay una solución para nuestras almas:

Una confesión de nuestras necesidad.

Una obediencia a Su Palabra de promesa.

UN LLENAR DE LA MEDIDA DE NUESTRA RED.


Tomado de un mensaje de Paul Ravenhill

Copyright ©1997 por Paul Ravenhill

Homepage Mensajes Reflexión Máximas Archivo Inglés E-Mail